viernes, 30 de julio de 2010

LA FUMIGADA



A una zancuda
flaca y picuda
la fumigaron
y se cayó.
Pegó un gritito
pidiendo ayuda
y un zancudo
la alzó y voló.

La sacó en brazos
y en su regazo
con gran ternura
la examinó.
La zancudita
le dió un abrazo
y simplemente
desfalleció.

El zancudito
pacientemente
a su paciente
zancuda ojeó.
Y muy sonriente
dijo elocuente:
"Por tanto susto
se desmayó".

Tenía volteados
sus bellos ojos
y el zancudito
se entristeció.
En un rincón
la puso en reposo
y nuevamente
su vuelo alzó.

Voló de prisa
en hora precisa
y al gato angora
dormido vio.
Le buscó el cuello
y con gran pericia
clavó su aguja
y le succionó.

El pobre gato
torció la jeta
cuando el mosquito
el cuello picó.
Siguió tranquilo
haciendo la siesta
porque al picarlo
lo anestesió.

Pensó inyectarle
el precioso suero
a la zancuda,
del animal.
Y era seguro,
pues no era juego
que la zancuda
iba a reaccionar.

Bien rapidito
y barrigón
a la zancuda
volvió y buscó.
La zancudita
a la inyección,
pegando un brinco
muerta quedó.

Se marchó triste,
mas nuevamente
a la zancuda
quiso mirar.
No se dio cuenta
y de repente
lo fumigaron
y no supo más.

Volteó de lado
planeando el vuelo
y suavemente
aterrizó.
La fumigada
lo llevó al suelo,
y en un segundo
el zancudo murió.

Así termina
sin mucha altura
este cuentico
para enseñar:
Que a los zancudos
y a las zancudas,
moscos y bichos,
hay que acabar.

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